El cardenal Posadas fue muerto por Judiciales Federales, al mando del Chino Aragon


El capo del Cártel de Tijuana, Benjamín Arellano Félix, declaró ante la PGR que el crimen del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo habría sido ejecutado por un comando de la Policía Judicial Federal al mando de su entonces titular, Rodolfo León Aragón. Conoce la historia.

Era el 25 ó 26 de mayo de 1993 cuando Benjamín Arellano Félix recibió una peculiar llamada telefónica.

El integrante del clan Arellano Félix, cabecilla del Cártel de Tijuana, se encontraba en esa ciudad fronteriza, bastión de su organización criminal, preocupado.

El 24 de mayo había muerto en una balacera el cardenal de Guadalajara Juan Jesús Posadas Ocampo. El gobierno en turno, encabezado por Carlos Salinas de Gortari, que entraba en el quinto año de mandato, los había culpado a ellos y a su ex compadre Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera, entonces peón de Amado Carrillo Fuentes, el líder del Cártel de Juárez.

Al teléfono estaba el director general de la Policía Judicial Federal (PJF) Rodolfo León Aragón, alias “El Chino”. Tenía en la dependencia dos años.

Al jefe de la PJF le urgía reunirse con Benjamín. Éste aceptó de inmediato. Los Arellano Félix sostenían una vieja relación con León Aragón. Carrillo Fuentes, el temido “Señor de los Cielos”, se lo había presentado a Ramón Arellano Félix en una de sus casas de la Ciudad de México, apenas dos meses después de que León Aragón fue nombrado titular de la PJF.

Para 1993, el jefe de la PJF y Ramón Arellano Félix ya tenían una amistad íntima. Amado le había recomendado ampliamente a “El Chino” diciéndole que le podía ser muy útil cuando quisiera viajar a cualquier lugar del país sin problemas.

Benjamín confiaba en el amigo de su hermano Ramón, y acudió al encuentro del jefe policiaco alrededor de las cuatro de la tarde. Se verían en el aeropuerto de Tijuana.

—Están metidos en un problema muy grande, los responsabilizan del homicidio del cardenal —dijo León Aragón.

—Nosotros no fuimos, yo estaba en Tijuana y mi hermano Ramón ya se encontraba arriba del avión cuando esto sucedió —respondió Benjamín Arellano Félix.

—Eso ya lo sé, que ustedes no fueron —replicó el jefe policiaco—. Quienes participaron en el homicidio fue un comando a mi cargo de la Policía Judicial Federal que se encontraba en el aeropuerto de Guadalajara el día de los hechos.

—Pero para poder ayudarlos —sentenció el director general de la PJF— requiero que me entregues 10 millones de dólares y seis domicilios para poder catearlos, ya que tengo a dos de tus gentes detenidas que viajaron con tu hermano Ramón a Guadalajara.

—Déjame ver, voy a buscar los domicilios, y déjame ver lo del dinero —respondió Benjamín.

—OK, está bien —dijo León Aragón, e hizo una llamada telefónica para comunicarse con quien dijo era Jorge Carpizo Mac Gregor—. Ya estuvo, todo va bien.

Según León Aragón, el procurador general de la República instruyó “seguir adelante con el plan”.

Esa misma noche, Benjamín se reunió con su hermano Ramón, y éste le comentó que ya le había entregado el dinero a León Aragón.

Al otro día, el director general de la PJF llamó a Benjamín para informarle que estaba cateando algunos domicilios y que Ramón ya le había entregado el dinero.

Ramón le había platicado a Benjamín que cuando se encontraba en Guadalajara, antes del homicidio de Posadas Ocampo, León Aragón le llamó por teléfono para avisarle que el día 24 de marzo de 1993, por la tarde, podía viajar sin contratiempos.

Ramón, a sugerencia del jefe de la PJF, llegó al Aeropuerto de Guadalajara casi a la misma hora que el prelado.

LA CONFESIÓN DE BENJAMÍN

Así recordó los hechos Benjamín Arellano Félix, 18 años después del homicidio del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, en una diligencia practicada por la Procuraduría General de la República (PGR) el 15 de abril de 2011, a las diez de la mañana, en el penal de máxima seguridad Altiplano, en Almoloya, Estado de México.

Estuvo presente el abogado José Antonio Ortega, representante legal del arzobispo de Guadalajara Juan Sandoval Iñiguez, y representantes del gobierno del estado de Jalisco, quienes no han cejado de indagar sobre lo que ocurrió aquel 24 de mayo de 1993.

Cuando el cardenal Posadas Ocampo murió víctima de 14 tiros directos al cuerpo, Benjamín tenía 39 años de edad y vivía la etapa de esplendor del Cártel de Tijuana.

El día que rindió su declaración, a los 57 años de edad y después de nueve años de reclusión, Benjamín, de piel morena y envejecido, era un reo más en el penal de máxima seguridad. Vestía el uniforme color caqui y traía el cabello con corte de casquete, el obligatorio.

El ministerio público le demandó detalles de los hechos para corroborar si recordaba realmente lo que pasó.

El capo fue prolífico en detalles. Afirmó que el director general de la Policía Judicial Federal le confió la razón por la que supuestamente había asesinado al prelado: “Fue porque estaba ayudando a conseguir armas a los grupos guerrilleros, sin especificar a cuáles grupos se refería”.

Recordó claramente la hora de la reunión en el aeropuerto de Tijuana y la forma en que el clan Arellano Félix había conocido a León Aragón.

El ministerio público de la federación le preguntó a Benjamín si en la reunión con el director general de la PJF había estado otra persona. El capo respondió sin titubear: “Sí”, y se rehusó a seguir declarando.

En entrevista con Reporte Indigo, el abogado José Antonio Ortega explicó que desde 2002, cuando Benjamín Arellano Félix fue detenido, había intentado en tres ocasiones que declarara sobre el homicidio del cardenal, pero el capo se había negado. La razón principal es que temía por su vida.

El secreto bien guardado, y por fin revelado, cambió para siempre la versión oficial de la muerte del cardenal.

Hasta ahora, la versión de los gobiernos de Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo era que el prelado había fallecido por accidente en el aeropuerto de Guadalajara cuando el clan de los Arellano Félix lo confundió con “El Chapo” Guzmán luego de días de buscarlo para asesinarlo.

Finalmente, el capo accedió a hablar, aunque en un principio tenía reservas. Primero, porque temía por su vida; segundo, porque no veía “voluntad política” de resolver el caso Posadas Ocampo.

José Antonio Ortega señala que él habló directamente con Benjamín y le dijo que era la única oportunidad que tendría de decir la verdad, que la otra persona que podía hacerlo, su hermano Ramón, ya estaba muerto.

Ramón Arellano Félix fue ejecutado en 2002 por órdenes de sus enemigos del Cártel de Sinaloa. Aunque se trató de una acción ejecutada por policías municipales de Mazatlán, durante el carnaval, se afirma que la orden vino de “El Chapo” Guzmán e Ismael “El Mayo” Zambada porque el líder del Cártel de Tijuana había viajado a Sinaloa para matar a “El Mayo”.

Benjamín aceptó declarar, pero interrumpió abruptamente la diligencia argumentando que estaba cansado. Y advirtió al abogado del Arzobispado: “En cuanto detengan a León Aragón, yo lo señalo en su cara y aporto las demás pruebas”.

“Dígale al arzobispo (Juan Sandoval Iñiguez) que rece por mí porque me van a matar”, fue lo último que señaló antes de volver a su celda.

El pasado 29 de abril, dos semanas después de su histórica declaración, Benjamín Arellano Félix fue extraditado a Estados Unidos luego de un proceso iniciado en 2007 y presuntamente sin que sus abogados supieran que eso estaba punto de ocurrir.

Fue entregado en el hangar de la PGR en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de Toluca y actualmente se encuentra recluido en una cárcel de San Antonio, Texas, donde aún no se fija la fecha para iniciar su juicio.

LA HISTORIA DE ‘EL CHINO’

El Arzobispado de Guadalajara sostenía desde hacía años la versión de que la muerte de Posadas Ocampo había sido un crimen de Estado. Tenía información extraoficial de que el director general de la Policía Judicial había citado a Ramón Arellano Félix y a “El Chapo” Guzmán a la misma hora en el Aeropuerto Internacional de Guadalajara.

Cuando la Iglesia difundió esa versión, León Aragón afirmó públicamente que el día de los hechos no había estado en el aeropuerto de Guadalajara porque supuestamente había cenado con Jorge Carpizo, versión que el procurador confirmó.

Lo que no sabía el Arzobispado con certeza era que, presuntamente, había sido el propio León Aragón, a decir de Benjamín Arellano Félix, quien había ejecutado el operativo del homicidio.

León Aragón llegó a la PGR en 1991, cuando era procurador Enrique Álvarez del Castillo.

Su jefe inmediato era Jorge Carrillo Olea, coordinador general para la Atención de Delitos contra la Salud, aunque éste señaló en una entrevista publicada en el libro “Los Señores del Narco”, de Editorial Grijalbo, que fue Álvarez del Castillo quien le propuso el nombramiento de León Aragón.

Públicamente se conoce a “El Chino” como un hombre cercano a Raúl Salinas de Gortari y Justo Ceja, hermano y ex secretario privado del ex presidente Carlos Salinas de Gortari.

Cuando Ignacio Morales Lechuga fue nombrado titular de la PGR, “El Chino” ya estaba ahí. Y permaneció con la llegada de Jorge Carpizo.

Su mala reputación lo ha seguido aun después de dejar la PJF poco después de la muerte del cardenal.

El 27 de febrero de 1999, el periódico Reforma publicó la detención de León Aragón ocurrida dos días antes en Salina Cruz, Oaxaca, de donde es originario. Fue aprehendido por elementos de la Unidad Especializada en Delincuencia Organizada de la Procuraduría General de la República.

Después de salir de la PJF, León Aragón fue premiado con la Agregaduría de la PGR en Guatemala. Y de acuerdo al reporte del diario, tenía poco tiempo de haber dejado ese cargo.

Presuntamente había sido detenido por lavado de dinero, delitos contra la salud y delincuencia organizada.

León Aragón tenía órdenes de aprehensión por su presunta colusión con el Cártel de Juárez –lo cual da coherencia a la versión de Benjamín Arellano Félix de que fue Carrillo Fuentes quien presentó a su hermano Ramón con el policía–, pero no pisó la cárcel. Incluso se defendió públicamente a través de desplegados.

En agosto de 2004, el Primer Tribunal Colegiado resolvió anular las órdenes de aprehensión giradas contra el ex jefe policiaco.

¿POR QUÉ CREERLE A BENJAMÍN ARELLANO FÉLIX?

Al preguntarle al abogado José Antonio Ortega por qué se le podía creer a un narcotraficante, señaló que la declaración del miembro del Cártel de Tijuana era la última pieza judicial de un complicado rompecabezas.

Y que a lo largo de los años se han ido reuniendo declaraciones ministeriales que, concatenadas con la del capo de Baja California, toman un nuevo sentido.

En el expediente del homicidio del cardenal, el SE/001/95, había en un principio un video de los hechos tomado por un elemento de la PJF que se encontraba en el aeropuerto, pero después, ese video desapareció.

Existen pruebas periciales de que el cardenal fue víctima de fuego directo, no de fuego cruzado, y que recibió 14 disparos, varios de ellos a menos de un metro de distancia. Eso demuestra que quien le disparó podía distinguir claramente que no era “El Chapo” Guzmán, mucho más joven que él y con otras características físicas.

El 30 de mayo de 1993, Juan Enrique Vazcones Hernández, alias “El Puma”, originario de San Diego, California, y empleado de Ramón Arellano Félix, hizo su declaración ministerial.

Él era uno de los hombres puestos previo acuerdo por Ramón, y en su primera declaración se apegó a la versión oficial del fuego cruzado.

Pero el 6 de diciembre de 2001, aunque reconoció como suya la declaración de 1993, afirmó que la hizo bajo tortura en las instalaciones del Cuartel Militar de la 15ª Zona Militar de Jalisco, y que existe una fe de lesiones de tortura.

“Yo soy Horacio Montenegro, ahorita vas a ver hijo de tu pinche madre, a mí no me importa aquí te podemos hacer lo que queramos, te podemos desaparecer, te podemos torturar, entonces más vale que hagas lo que te digamos, si no te va a llevar la chingada”.

Montenegro era jefe de inteligencia militar de dicha zona militar y yerno de Jesús Gutiérrez Rebollo.

Durante dos o tres días “El Puma” fue torturado teniéndolo entre excremento y orina. Fue ahí, en el campo militar, donde unas personas encapuchadas le dijeron: “Ya está, nomás firma estas declaraciones y te vamos a mandar a la cárcel”.

De acuerdo al documento en poder de Reporte Indigo, Vazcones se negó a firmar hasta que no aguantó más “porque se le pelaron las plantas de los pies, parte del estómago, lo tuvieron colgado de un brazo, se le rompieron los dientes y puesto que el dolor era demasiado firmó la declaración y puso su huella”.

Juan Enrique Vazcones Hernández afirmó que León Aragón fue a la prisión de Jalisco a presionarlo. Aseguró que lo amenazó con matarlo, y también a su familia, si decía la verdad.

Ramón Arellano también entregó a Ramón Torres Méndez, alias “El Spooky”, de San Diego, California. Cuando quiso retractarse de su declaración, amaneció asfixiado.

Vazcones aseguró que el 23 de mayo de 1993, Ramón Arellano Félix recibió una llamada de León Aragón. Y después de esa llamada, su jefe le dijo que viajarían al día siguiente a Tijuana.

La declaración de Juan Enrique Vazcones Hernández coincide con la de Benjamín Arellano Félix.

Cuando llegaron al aeropuerto, pasadas las tres de la tarde, Ramón, Vazcones y otras tres personas detectaron mucho movimiento dentro del estacionamiento e identificaron a León Aragón acompañado de elementos de la PJF.

“Al señor Ramón Arellano Félix no le gustó lo que pasaba en el aeropuerto”, dijo “El Puma”.

“¡Vámonos de aquí!”, recuerda que dijo el jefe del Cártel de Tijuana, y se fueron de inmediato sin hablar con León Aragón.

“El Puma” señaló que alcanzó a ver que “El Chapo” Guzmán llegaba al aeropuerto, y León Aragón se encontraba en la entrada de vuelos internacionales.

Explicó que el 26 de mayo de 1993 recibió una llamada de su amigo “El Popeye”, quien le dijo que era necesario que viajara de San Diego a Tijuana.

Cuando llegó a Tijuana, recibió la instrucción de entregarse a la policía “para enfriar el asunto”, previo acuerdo con León Aragón, quien se comprometía a liberarlo en poco tiempo.

Esto también coincide con la versión de Benjamín de que debía entregar a alguna de sus gentes.

Fue así como el 28 de mayo, en un acto previamente acordado, Juan Enrique Vazcones Hernández y “El Spooky” se presentaron en el aeropuerto de Tijuana a comprar unos boletos. Ahí fueron detenidos por el jefe de la PJF.

Otro testigo fundamental para valorar la declaración de Benjamín Arellano Félix es José Luis Thirión Muñoz, quien fue colaborador de Francisco Gutiérrez Barrios y participó en las investigaciones del homicidio de Posadas Ocampo durante los primeros días.

Según su declaración ministerial del 2 de octubre de 2001, en su investigación descubrió que los teléfonos de la oficina y la casa del cardenal Posadas Ocampo estaban intervenidos por la delegación de la PGR en Guadalajara.

Si esto es así, señala el abogado Ortega, la PGR podía saber con anticipación a qué hora iba a estar el prelado en el aeropuerto de Guadalajara para recibir al nuncio apostólico Girolamo Prigione.

Ortega afirma que existen otras declaraciones en las que quedó asentado que “El Chapo” fue convocado al aeropuerto a esa misma hora por el propio León Aragón con la promesa de que si viajaba a Puerto Vallarta, iba a presentarle a un importante funcionario de la PGR.

GIRO EN EL CASO POSADAS

En el sexenio de Carlos Salinas de Gortari ocurrieron tres homicidios de alto impacto que no han sido esclarecidos.

El primero fue el del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo el 24 de mayo de 1993. Supuestamente murió de manera accidental al quedar atrapado en un enfrentamiento entre narcos.

El segundo fue el del candidato presidencial del PRI Luis Donaldo Colosio, presuntamente asesinado por Mario Aburto Martínez, quien está a punto de obtener una sustantiva reducción de su condena en el penal Altiplano, en Almoloya.

Y el tercero fue la ejecución del líder nacional del PRI José Francisco Ruiz Massieu, cuyo móvil aún se desconoce.

En este contexto, el testimonio de Benjamín Arellano Félix es un parteaguas y pone en entredicho la versión oficial, la cual estaría plagada de montajes y falsas versiones, según las declaraciones que se tienen hasta ahora.

Quizá uno de los ángulos más preocupantes de esta historia es que muchos de los autores de la versión oficial, los que insisten en hacer creer que la muerte del cardenal fue por fuego cruzado o accidental, siguen vigentes en la función pública y en altos puestos policiacos, y sus pupilos ocupan los cargos de más alta jerarquía en materia de seguridad.

A los pocos días del homicidio del prelado, se conformó desde la PGR y el Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen) el equipo responsable de la reconstrucción de los hechos.

Partiendo de hechos falsos, como un fuego cruzado que pericialmente se ha probado que no existió, Jorge Enrique Tello Peón, entonces titular del Centro de Planeación para el Control de las Drogas (Cendro), junto con Wilfrido Robledo y José Luis Figueroa, quienes estaban en el Cisen, desarrollaron una animación para demostrar que el cardenal había muerto en un fuego cruzado.

Tello Peón hoy es asesor de la Presidencia en materia de seguridad; Robledo y Figueroa renunciaron hace apenas unas semanas a la Agencia Federal de Investigación y al Centro Nacional de Planeación e Inteligencia, respectivamente.

Y su pupilo Genaro García Luna, titular de la SSP federal, es reconocido por montajes mediáticos de hechos y aprehensiones que no corresponden a la realidad.

El abogado José Antonio Ortega afirma que aunque Benjamín Arellano Félix fue extraditado, desde Estados Unidos puede tener un careo con Rodolfo León Aragón, a quien se le debería girar una orden de aprehensión.

A principios de mayo, el propio cardenal de Guadalajara, Juan Sandoval Iñiguez, entregó al Vaticano una transcripción de la declaración rendida por Benjamín, con todos sus pormenores.

Para el abogado Ortega, aclarar la verdad del homicidio del cardenal es comenzar a combatir la impunidad acumulada durante años y que tanto daño ha causado a las instituciones y a la sociedad.

La pregunta es si el gobierno de Felipe Calderón tendrá voluntad política, o como afirmó Benjamín Arellano Félix, carece de ella.

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