Narcoguerra sitia al DF


Los cárteles del narcotráfico han creado un “cinturón” alrededor del Distrito Federal con sus células de sicarios, narcomenudistas, secuestradores y extorsionadores que operan en los estados de México, Morelos, Hidalgo y que en Puebla iniciaron ya su avance. La presencia de estos grupos ligados a los cárteles de Sinaloa, del Golfo, La Familia Michoacana y los hermanos Beltrán Leyva, está levantando en la región conformada por las cinco entidades una ola de violencia de grandes y graves proporciones.

Los grupos de la delincuencia organizada están en busca del control de la hegemonía criminal del centro del país, donde se sitúa el mercado más importante de consumo de drogas, de movimiento y flujo de dinero, de actividad comercial y empresarial, de tránsito y distribución de todo tipo de mercancías. Ello les permitiría hacer uso y empleo de la infraestructura, de la red de servicios y comunicaciones que ofrece la metrópoli y sus zonas aledañas, de acuerdo con informes oficiales y expertos en seguridad pública.

Las células de la delincuencia organizada tienen varios años tocando a las puertas de la ciudad de México. Tan sólo en los últimos 24 meses se detuvo a integrantes de por lo menos diez de las más importantes células que buscaban o habían encontrado asiento para sus actividades en la urbe y a la cual los cárteles de las droga —según investigaciones de la Procuraduría General de la República (PGR)— han convertido en centro de reunión, de transacciones y de acopio de armas.

La más reciente captura es la de Vicente Zambada Niebla, El Vicentillo, hijo de Ismael El Mayo Zambada; le precedieron la de su tío Jesús El Rey Zambada; Sandra Ávila Beltrán, La Reina del Pacífico, y Juan Diego Espinoza, El Tigre. La de los zetas Juan Carlos de la Cruz Reyna, El JC, y Alfredo Rangel Buendía, El L-46; el capo colombiano Mauricio Fino Restrepo, El Gaviota, Gerardo González Benavides, El R, y otras células de los cárteles de La Familia, del de Sinaloa, del Golfo y el de los hermanos Beltrán Leyva.

La presencia de células de organizaciones criminales en el Distrito Federal fue detectada y documentada desde 2001, con la llegada de un grupo de los Arellano Félix. El antecedente pertenece a los hermanos Rigoberto y Ariel Yáñez Guerrero, primos de Ismael Higuera Guerrero, El Mayel, y el primero de ellos encargado de las relaciones con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), cuando el poder del cártel de Tijuana estaba en apogeo.

Sin embargo, en la ciudad de México los cárteles de la droga no actúan con la misma impunidad que en provincia al contar la metrópoli con el mayor despliegue policial de todo el país —alrededor de 70 mil policías preventivos y judiciales, además de ubicarse aquí el mayor cuartel de mando del Ejército, de la Policía Federal y de la Agencia Federal de Investigaciones (AFI)—, pero por su dimensión es ideal para que grupos criminales pasen inadvertidos, dicen los investigadores del Instituto Nacional de Ciencias Penales (Inacipe), Martín Barrón, y del Centro de Investigaciones en Antropología Social (Ciesas), Carlos Flores.

No obstante, para los analistas el riesgo de acciones armadas de grupos criminales no debe descartarse en la metrópoli, especialmente por el combate que realiza actualmente en su contra el gobierno federal. Consideran que si hasta ahora no se ven aquí confrontaciones armadas, no se puede pasar por alto que en esta urbe se asientan los poderes federales, los funcionarios de seguridad de primer nivel, las representaciones diplomáticas, los grandes consorcios empresariales y transnacionales, grandes obras de servicios, entre otros “puntos sensibles”.

Los especialistas Martín Barrón y Carlos Flores señalan que en su afán de ampliar sus operaciones en el centro del país, las organizaciones criminales emplean un componente común: el reclutamiento de pandillas o bandas de la región, lo cual dio paso a una multiplicación de sus células.

Los informes de la Secretaría de Seguridad Pública federal, de la Procuraduría General de la República, así como de los expertos en temas de seguridad y delincuencia organizada, advierten sobre el avance de células del crimen organizado que se han instalado estratégicamente en entidades al poniente, oriente, norte y sur del Distrito Federal. Desde ahí han lanzado sus embates con el fin de posicionarse o ganar zonas de influencia en la región centro del país y mantener el control de las entidades donde operan.

Explota violencia en el estado de México

En la entidad más próxima al Distrito Federal, la gran mayoría de las 260 ejecuciones ocurridas en 2008 se registraron en los municipios conurbados a la capital de la República, según informes de la Procuraduría General de la República y de la Agencia de Seguridad Estatal (ASE). En esa zona de confluencia de ambas entidades, donde se asienta 70% de la población mexiquense y de la ciudad de México, hubo durante el año pasado el mayor número de las 350 capturas de miembros del crimen organizado.

El delegado de la PGR, Pedro Guevara Pérez, precisó que sólo en los últimos ocho meses se detuvo a 12 bandas criminales ligadas en su mayoría a La Familia, Los Zetas, Los Pelones o de los Beltrán Leyva, organizaciones delictivas de las cuales se tiene documentada su presencia en la entidad.

El funcionario federal y el jefe de la Unidad de Análisis Criminal de la ASE, Gaspar Vences García, coincidieron al señalar a municipios como Ecatepec, Coacalco, Chalco, Naucalpan, Xonacatal, Toluca, Zinacantepec, Atlacomulco, Zumpango, Huehuetoca y El Oro, Huixquilucan, entre otros más, donde operan células de estos grupos criminales. Más preciso, Vences García explicó que la “zona negra” por su alta tasa de incidencia delictiva es sin duda la ubicada en la zona conurbada al Distrito Federal y ahí es donde se han enfocado los principales esfuerzos contra la delincuencia y el crimen organizado.

Esta diseminación geográfica o ubicación de los grupos o células criminales tiene una explicación o lógica, que obedece a los “mercados” aunque no es la principal ni única razón para su ubicación, dijo Guevara Pérez.

Por su parte, el funcionario de la Agencia de Seguridad Estatal comentó que la delincuencia siempre busca la mayor ganancia y ello explica por qué a los criminales les importa más delinquir en zonas donde puedan pasar inadvertidos y lograr mayores dividendos.

Precisamente, en esa zona se detuvo en los últimos meses, entre otros, a Gerónimo Gámez García, primo de Arturo Beltrán Leyva, El Barbas, principal operador logístico y financiero de ese cártel. Raúl Villa Ortega, El R, quien ejecutó a 24 personas en La Marquesa; se capturó a 16 integrantes de Los Pelones que trabajan para los Beltrán Leyva. También, del grupo criminal en seis meses se detuvo en Toluca, Ixtapan de la Sal, Valle de Bravo, Villa Nicolás Romero, Tultitlán, Coacalco, y Tlalnepantla a cerca de 80 de sus integrantes.

En la entidad, que ocupa el sexto lugar en ejecuciones vinculadas al crimen organizado, el valle de México por su vecindad con la capital, la densidad poblacional, su potencial económico y de servicios es el lugar que han escogido las células del crimen organizado para concentrarse. Al respecto, Vences García aseguró que precisamente en el valle de México y específicamente en los municipios conurbados al DF operan células de todos los cárteles.

De ahí que para el funcionario, lo mismo que para el delegado de la PGR, la coordinación entre autoridades federales, estatales, municipales y del gobierno del DF, sea una prioridad para enfrentar ese problema. “Aquí, para los delincuentes y el crimen organizado no hay delimitaciones geográficas y lo mismo debe pasar en la lucha contra el hampa en todas sus manifestaciones, lo mismo que afecta al estado de México afecta al DF, que en esa zona concentra la mayor incidencia delictiva”, dijo Vences García.

Morelos, zona de confrontación

Por su clima y sus sitios de recreo, la entidad es uno de los lugares preferidos por los capos del narcotráfico para descansar y alojar a sus familias, el ejemplo más evidente fue el del extinto capo Amado Carrillo Fuentes, El señor de los cielos, quien poseyó residencias y negocios. Otros han sido Juan José Esparragoza Moreno, El Azul, los narcotraficantes colombianos y jefes del cártel del Valle del Norte, Ever Villafaña y Víctor Emilio Valencia Espinosa, El Doctor.

Y ahora más recientemente los hermanos Beltrán Leyva han impuesto su sello entre los morelenses. Lo mismo pueden —con la complicidad de policías federales— bajar aviones cargados con droga en el aeropuerto de Cuernavaca que su escolta —integrada principalmente por ex militares— protagonizar en autopistas de la entidad cruentos enfrentamientos al tú por tú con comandos de élite de agentes federales o asesinar a jefes policiacos.

En diciembre de 2007, los Beltrán Leyva operaron con la complicidad de elementos federales destacamentados en el aeropuerto de Cuernavaca, la llegada de un avión cargado de cocaína. Pese a darse la alarma, ser perseguida, notificada su llegada y hasta filmado su descenso en la terminal aérea, la aeronave tocó tierra y fue descargada. Los pilotos y el personal en tierra que descargó la droga, tuvieron todo el tiempo para huir antes de la llegada del Ejército.

En mayo pasado, Arturo Beltrán Leyva fue protagonista de uno de los más cruentos enfrentamientos que se recuerden en esa entidad entre narcos y policías federales. A la altura del kilómetro 6 de la carretera federal Cuernavaca-Acapulco, en el municipio de Xoxocutla, se produjo el tiroteo en el que dos agentes federales y dos presuntos sicarios murieron, y se detuvo a nueve delincuentes más.

Semanas después fueron encontrados ejecutados el director operativo de la Policía Ministerial del estado, Víctor Enrique Payán, y el agente Terry Meléndez, dentro de la cajuela de un auto abandonado en la carretera México-Cuernavaca. Junto a sus cadáveres aparecieron cartulinas en las que se advertía: “Eso les pasará a todos aquellos que protejan a El Rey Zambada, a El Chapo Guzmán y al Mayo Zambada.

Otra de las muertes que más impactó en la entidad fue la del subprocurador de Asuntos Contra la Delincuencia Organizada de Morelos, Andrés Dimitriadis Juárez, quien fue ejecutado junto con sus dos escoltas cuando circulaba a bordo de un vehículo oficial.

También, dentro de las ejecuciones se encuentran las del director operativo de la Policía Municipal de Jiutepec, Jorge Alberto Vargas Retana y su escolta, Luis Miguel Merlo Osorio, quienes fueron asesinados tras ser levantados por un grupo armado que viajaba a bordo de dos camionetas, según la denuncia JT/1era/1933-0809. Una muerte más de este tipo fue la del coordinador de Seguridad Pública y Tránsito municipal de Coatlán del Río, Javier Coapango Urióstegui.

Situada en el lugar 19 por incidencia de ejecuciones, en Morelos hay municipios considerados como “focos rojos” por la presencia del narcotráfico. Entre ellos se encuentran Cuernavaca, Cuautla, Temixco, Xochitepec, Puente de Ixtla, Tehuixtla, Tequesquitengo, Higuerón, Jojutla de Juárez, Chiconcuac, Ciudad Ayala, Anenecuilco y otros más.

Hidalgo, zona de “zetas”

Informes oficiales de la PGR indican que Los Zetas si bien tienen como centro de operaciones a Tamaulipas, en los últimos años se han desplegado hacia otras entidades y una de ellas es Hidalgo, entidad de donde son originarios, se conocieron y prestaron sus servicios en el Ejército varios de los fundadores de este grupo de sicarios que nació al cobijo del cártel del Golfo.

Los Zetas tienen apuntalado a Hidalgo como uno de los puntos para su expansión y penetración al Distrito Federal. La PGR ubica a esa entidad como punta de lanza del grupo de sicarios en su objetivo de ganar terreno e influencia en la zona centro del país, tarea que primero correspondió a Luis Reyes, El Rex, quien incluso planeó en su momento hasta un ataque contra la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada.

La última acción contra este grupo fue la realizada el 6 de marzo, cuando se desarticuló una de sus células en Pachuca y se detuvo a 13 de sus integrantes, quienes estaban dedicados al secuestro. Esa célula de Los Zetas contaba entre sus filas con tres menores de edad procedentes de la frontera de Tamaulipas, a quienes reclutó en Hidalgo y usaba para obtener información y movimientos de sus víctimas, como en este caso los dos hermanos propietarios de ladrilleras plagiados el 24 de enero pasado por este grupo.

La operación de grupos criminales como éste ha dejado igual una estela de sangre, pues informes de la Procuraduría de General de Justicia de Hidalgo (PGJH), indican que hasta enero pasado se cometieron un total de 55 ejecuciones durante los 45 meses de la actual administración estatal. La mayoría de las ejecuciones se produjeron en la zona de Tulancingo.



Avanzan células en Puebla

La presencia y avance de Los Zetas se empieza a dejar sentir debido a que se han detectado células aún dispersas de este grupo, pero que a diciembre del año pasado —de acuerdo con cifras de la Procuraduría General de la República— produjeron en dos operativos la captura de al menos 17 miembros de ese grupo delictivo al que se le atribuyeron 18 ejecuciones en 2008.

La Procuraduría General de la República señala que esas “células operativas dispersas” carecen de una red de operación estatal, pero para esta organización es importante dado que es corredor que tiene potencial para el tráfico de drogas e incluso de indocumentados.

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