Presas del narcotráfico en Ciudad Juárez


Juana Imelda Cereceres llevaba en la cajuela una llanta de repuesto atascada de marihuana camino a El Paso, Texas, a unos pasos de la frontera, y ella jura que no sabía nada, que se enteró justo cuando militares abrieron el compartimento.

Iba en su carro porque la empresa que tres días atrás la había contratado le pidió que cotizara en el lado norteamericano un material para construcción, pero fue detenida por militares y hoy enfrenta un proceso por narcotráfico en el que puede quedar más de una década tras las rejas.

"Los criminales están buscando nuevas formas de introducir droga a Estados Unidos y lo están haciendo en el modo hormiga", señala Héctor Conde, vocero del Centro de Rehabilitación Social municipal, donde se encuentra Cereceres, una madre soltera que no encuentra asilo para su niño de tres años.

El modus operandi es sencillo: aparentemente los traficantes ubican a mujeres que cruzan contantemente entre los dos países y les siembran la droga en los coches porque el cruce cotidiano no despierta sospechas, menos aún si cuentan con pase de línea exprés.

Una vez del otro lado, los delincuentes sacan el cargamento forzando la seguridad del vehículo mientras la víctima entra a su trabajo o para hacer compras. El problema es cuando son descubiertas.

El caso de Ana Ícela Martínez, una profesora de inglés en El Paso encarcelada desde el 26 de mayo pasado por transportar 48 kilos de marihuana en el compartimento trasero de su auto tiene conmocionada a la opinión pública de Ciudad Juárez, a pesar de las múltiples historias de injusticia como la urbe más violenta del país .

Con una trayectoria intachable como educadora, Martínez, de 35 años, tenía una visa de trabajo H1B con la que viajaba desde Ciudad Juárez a Estados Unidos para dar clases en una primaria bilingüe desde 2003.

Todas las mañanas se enfilaba con su hija de seis años, cruzaba la garita por la línea exprés e iniciaba su jornada en la primaria La Fe. La mayoría de veces pasaba sin revisión; sin embargo, la última vez hubo un hallazgo inesperado para ella: dos maletas donde se encontraba la yerba.

"Creo que alguien las metió por la noche porque en el fraccionamiento donde vivo no hay vigilancia", comenta en el reclusorio municipal, donde se pasea en espera de su sentencia entre otras reclusas que purgan penas por transportación, venta o distribución de estupefacientes.

Es un caluroso día de la primavera en esta ciudad desértica, donde la temperatura llega a los 44 grados centígrados mientras las reclusas se pasean de un lado a otro en un patio con palapas de cemento y algunas jardineras.

No hay nada qué hacer. Las empresas que hasta hace unos meses les daban trabajo se han ido, temerosas de ser blanco de extorsiones.

"No pertenezco a ninguna organización y doy la cara: el que nada debe nada teme", dice Juana Imelda para retomar su historia: paso de ser una vendedora de calzado exitosa a una presa sin esperanzas, aunque su sentencia no está dada.

Su historia con la droga inició cuando la compañía que la empleaba quebró y al buscar trabajo en el periódico encontró una vacante como asistente de ventas para una compañía de remodelación de casas abandonadas.

Al momento de contratarla, los supuestos dueños revisaron su carro "para que no tuviera problemas mecánicos que retrasaran el trabajo". En ese momento ella cree le metieron la marihuana en el carro.

"Me han arruinado la vida", dice esta madre soltera: el Estado puede quitarle al menor de un momento a otro.

Es el drama diario de este penal que alberga actualmente a 170 mujeres, 90% por delitos contra la salud y el resto por secuestro, robo y otros delitos; 99% con un promedio de tres hijos y menores de 25 años de edad.

Ixhelt Cabrera, terapeuta del reclusorio, ubica entre ellas dos perfiles de mujeres: las que están sin pareja y con problemas económicos: solteras, viudas o divorciadas y otro grupo cuyos varones las han involucrado directa o indirectamente en actividades delictivas.

En el último mes ingresaron a la cárcel municipal de Juárez 25 chicas acusadas de secuestro. Este perfil se ha incrementado, pero prevalecen los delitos por droga. Las hay arrepentidas, quienes se dicen inocentes y otro grupo que se justifica.

"Nos mete aquí, pero la neta, la neta, no saben lo que es quedarse sin trabajo y no encontrar otro durante meses cuando te quedas sin nada que tragar para tus hijos: se siente de la patada y uno es capaz de cualquier cosa", sentencia Lourdes B., en proceso penal por secuestro.

En cambio María Dolores Rosas está más lejos de la realidad. Con 66 años fue encarcelada cuando su primogénito subió a la camioneta a un muchacho que llevaba un bulto en la mano. En un retén de los soldados éste echó a correr y el hijo también y ella se quedó con el paquete de 30 kilos de mota.

"¿Verdad que no es grave"?, ¿verdad que puedo salir?", pregunta.

El principal problema que enfrentan las presas juarenses en la falta de abogado que las oriente puesto que son pobres y necesitan a uno de oficio que nunca llega. La mayoría va a declarar sin haber visto jamás al asesor jurídico.

El 'poder judicial afirma que sí lo garantiza. Dos versiones contrapuestas.

Juana Imelda y la profesora Ana Isela, quienes argumentan que les sembraron la droga, tienen su propio litigante, pero aún así no ven para cuándo salir, su proceso apenas inicia y la sentencia podría retrasarse meses.

Las mujeres presas por droga son el eslabón más débil de la cadena del narcotráfico.

0 comentarios:

Publicar un comentario