Los "niños soldados" del narcotráfico en México


Los carteles de la droga en México emplean a niños y adolescentes como sicarios.

Algunos estiman que la delincuencia organizada utiliza a 25.000 menores de edad "Beto" (su nombre ha sido cambiado) acaba de cumplir 17 años, pero ya ha asesinado al menos a 18 personas. La mayoría fueron "encargos" de su jefe, pero otros cayeron víctimas del azar: estaban en el sitio y momento en que no debían.

Beto es sicario del cartel conocido como La Familia Michoacana, uno de los más peligrosos de México.

Los muertos que más recuerda fueron los tres primeros, contó el adolescente a la investigadora mexicana Rossana Reguillo, académica del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Occidente (ITESO).


"La verdad no sentí nada, les metí el chivo (rifle AK47) como si ya supiera y mi jefe nomás se reía, 'bien bravo salistes, mi Beto'..."


Reguillo encontró a Beto por casualidad cuando buscaba a otros menores como él, enrolados en carteles de narcotráfico.


Un fenómeno que ha cobrado fuerza en los últimos años, y cuyas consecuencias en la sociedad son desconocidas, afirma la investigadora.


No se sabe cuántos forman parte de carteles de la droga, pero organizaciones civiles hablan de unos 25.000 vinculados a la delincuencia organizada.


Desesperanza

Muchos menores enrolados en carteles de la droga crecieron en un entorno de violencia permanente, con hogares pobres, sin oportunidad de empleo o educación y en medio de una sociedad que los margina y condena a la delincuencia.


En ese entorno son presa fácil del narcotráfico que les ofrece no sólo empleo, sino un sentido de pertenencia a algo, en ese caso la organización. Y se aprovechan de eso.


"Como son muy jóvenes el sentido de ética está muy desdibujado. Y como no han sido entrenados verdaderamente como soldados tienen comportamientos y prácticas sumamente violentas", dice Reguillo en conversación.



Son, añade la investigadora del ITESO, una muestra de la patología social que se ha instalado en algunas regiones de México, donde las personas se acostumbraron "al ejecutómetro", como algunos llaman a las mediciones de homicidios realizadas por medios de comunicación.


Así, añade, la violencia y sus consecuencias parecen haber adquirido carta de naturalización en esos entornos.


Duran poco

Los niños y adolescentes del narcotráfico duran poco en los carteles, e incluso algunos dicen que su promedio de vida es de tres años.


La mayoría no escala posiciones en la organización, pues ese papel generalmente está reservado a familiares de los grandes capos. El resto sólo sirve como carne de cañón, le dice a el periodista Javier Valdéz, autor del libro "Los Morros del Narco" (morro es sinónimo de niño en el norte de México).


"Son material de desecho para los narcos, a los que echan por delante en los enfrentamientos. Son los primeros que matan o detienen", afirma.


Según datos oficiales, en los últimos cuatro años han muerto en esos enfrentamientos 2.526 adolescentes, y de éstos 346 son menores de 15 años.


En su libro, Valdéz documenta 34 casos de menores en el mundo del narcotráfico, ya sea como víctimas o victimarios.


En todos los casos, explica, el común denominador es una profunda ausencia de amor, lo mismo de sus familiares que en los barrios o pueblos donde vivían.


La mayoría crece con valores de corto plazo, como dinero, poder, drogas, sexo y mucha violencia. Un tema conocido en el estado mexicano de Sinaloa, donde vive el autor.


"Son peligrosísimos. Aquí la gente ya sabe que no debe voltear a ver una camioneta de lujo donde viajen estos morros, porque la consecuencia es grave. Ellos matan hasta por un incidente de tránsito", afirma.


"Desmovilizados"

¿Son rescatables los "niños soldados" del narcotráfico?


Sí, afirma Reguillo, pero se necesitan políticas públicas y de atención social que ahora no existen.


Y para eso lo importante es conocer el fenómeno en cada región. Por ejemplo en Michoacán, donde actúa La Familia, los menores son evangelizados con la filosofía del grupo, fundado por una especie de pastor "religioso", mientras que en Ciudad Juárez los carteles contratan a las pandillas de adolescentes para hacer el trabajo sucio.


Después, dice Reguillo, hay que rescatar a los menores del entorno de violencia, un proceso que describe como similar al de los "desmovilizados" de los grupos armados irregulares en Colombia.


En suma, darles esperanza, algo de lo que carece "Beto", el sicario de La Familia.


"Si voy a caer muerto", cuenta, "que me hagan pedacitos pa' evitarle la pena a mi amá de velarme. Y es que en este jale (trabajo) ya no alcanza con morirse".

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