Tijuana: pleito viejo; violencia nueva
Detrás de esa ola violenta está una añeja guerra por el control de la codiciada frontera entre el local cártel de los Arellano Félix y el cártel de Sinaloa
Hablar de violencia y ejecuciones en Tijuana no es, lamentablemente, nada nuevo. La ciudad fronteriza vive inmersa desde hace años, décadas, en el dominio del narcotráfico y bajo el imperio de su ley; muertes, secuestros e intimidación son parte del régimen de terror que imponen los cárteles de la droga. Pero en los últimos días esa violencia casi cotidiana para la sociedad tijuanense se recrudeció a niveles sanguinarios con el registro de hasta 70 muertos en una semana, algo así como nueve ejecuciones diarias.
Detrás de esa ola violenta está una vieja guerra por el control de la codiciada frontera que sostienen el local cártel de los hermanos Arellano Félix contra el cártel de Sinaloa, que encabeza Joaquín Guzmán Loera.
Esta vez, el conflicto se reavivó por una reyerta interna en la organización de los Arellano. Teodoro García, operador y jefe de sicarios de los hermanos en Tijuana, se les rebeló a éstos cuando le mandaron a un enviado para advertirle que se le había “calentado” mucho la plaza por el alto índice de violencia y secuestros. Jorge Briceño, conocido como El Cholo, fue el mensajero que los Arellano Félix le mandaron a Teodoro para tratar de meterlo en cintura. Pero García hizo caso omiso del mensaje y no acató la orden de sus jefes.
Así que tuvieron que mandarle otro mensajero, esta vez uno de la dinastía, para que le pusiera un alto a Teodoro. Francisco Sánchez Arellano El Ingeniero, sobrino de los jefes del cártel, llegó a Tijuana hace unas semanas para tomar el control de la plaza.
Molesto porque los Arellano lo desplazaron, Teodoro se rebeló y decidió abandonar el cártel de Tijuana para pasarse al cártel de Sinaloa y comenzó a pelearles a sus antiguos jefes la plaza, pero ahora bajo las órdenes de El Chapo Guzmán.
Ahí se desató la ola de ejecuciones, balaceras y disputas que mantiene a Tijuana, a Rosarito y a Mexicali en un baño de sangre.
Este tipo de reyertas, traiciones y reacomodos son conocidos por los tijuanenses. Lo mismo pasó en 2004 con Gilberto El Gilillo Higuera, hermano de Ismael El Mayel, quien después de haber sido guardaespaldas de Ramón y Benjamín Arellano Félix, y haberse encargado del control de Mexicali, se cambió al cártel de Juárez, tras las detenciones de los Arellano y terminó disputándoles la plaza. Esa traición le costó a El Gilillo el ser delatado y capturado por sorpresa por la PGR, el 22 de agosto de 2004.
Si algo distingue al cártel de los Arellano de otros grupos del narcotráfico es su verticalidad. Sólo hay una dinastía que gobierna y nada más; así es que sus operadores sólo pueden aspirar a volverse jefes de células o de sicarios, pero no más, so pena de ser “puestos” o ejecutados.
Los Arellano tienen dividido su territorio en seis áreas y ponen a un operador en cada una de ellas: en Tijuana tienen cuatro, otra en Rosarito y la última en Mexicali. Ese esquema les ha funcionado por varios años y les ha permitido seguir controlando la frontera de Baja California, a pesar de los golpes y embates del gobierno. Su problema es que ahora tienen enfrente a El Chapo disputándoles toda la entidad a través de El Gilillo, que a pesar de estar sentenciado en una cárcel de San Diego sigue operando con gente suya en Mexicali, y de Teodoro García intentando arrebatarles a los Arellano el control de la apetecible Tijuana.
Y aunque ahora son grupos rivales y enfrentados a muerte, tanto los Arellano como El Chapo vienen de una misma rama. Ernesto Carrillo Fonseca Don Neto fue el jefe de ambos grupos y fue él quien en los 80 dividió el control de los cárteles: para Joaquín Guzmán el Pacífico, hasta San Luis Río Colorado, y a los hermanos Arellano desde Mexicali hasta Tijuana.
La guerra entre las dos bandas tiene muchos episodios en los últimos 20 años: desde la balacera en la discoteca Christine, de Puerto Vallarta, pasando por el asesinato del cardenal Juan Jesús Posadas en el aeropuerto de Guadalajara, y las matanzas por todo Baja California.
Los que han estudiado de cerca los movimientos del cártel de Tijuana saben que, aunque el gobierno mexicano diga que ya los desarticuló, los hermanos Arellano Félix siguen activos y están asentados en San Diego y Los Ángeles; que tienen el control y no lo han soltado de Baja California, y que no están dispuestos a cederle su codiciada frontera a El Chapo Guzmán. Así que Tijuana y todo el territorio bajacaliforniano seguirán siendo escenario de esta guerra.
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