La fuga de ‘El Barbas’

Los militares desertores, expertos en operaciones de comando, estaban dispuestos a entregar sus vidas para proteger la de su jefe, que hace apenas un mes y medio los había convencido de dejar al Ejército y de integrarse a su escolta personal.

Arturo Beltrán Leyva, apodado El Barbas, uno de los jefes del cártel de Sinaloa que se ha convertido en uno de los capos de la droga más buscados en el país, logró escapar a una operación montada por la Policía Federal para detenerlo el miércoles pasado.

El Barbas pudo escapar a la detención tras una violenta persecución en la carretera de Cuernavaca a Acapulco, donde su escudo de seguridad, dirigido por al menos cuatro ex militares, utilizó 11 fusiles de asalto, un lanzagranadas y miles de cartuchos para dejar una estela de vehículos destrozados y dos agentes federales muertos.

La misión estuvo dirigida por el coordinador de Seguridad Regional de la Policía Federal, Édgar Eusebio Millán, desde el centro de operaciones de la ciudad de México.

Por meses, Millán estuvo persiguiendo a Beltrán Leyva y esa noche, después de coordinar la operación que estuvo a punto de culminar con la detención de su acérrimo enemigo, fue asesinado en su propia casa por un sicario que previamente había sido contratado por la gente de Beltrán Leyva, en represalia por los golpes que le había asestado al cártel en varios recientes decomisos de cocaína.

La persecución inició cuando un equipo de vigilancia de la Policía Federal detectó en la ciudad de Cuernavaca a una camioneta, que de acuerdo con la información de inteligencia, se ajustaba a las características de la utilizada por el cártel de Sinaloa.

Según los funcionarios, en el momento de la persecución no sabían que en el vehículo que encabezaba el convoy iba el jefe del cártel de Sinaloa. Varios de los nueve detenidos tras la refriega confirmaron la presencia de Beltrán Leyva, quien es la tercera vez, al menos, que logra escapar del arresto policial en el último año.

La reconstrucción de la persecución sugiere una violenta espectacularidad, pues de acuerdo con los funcionarios, en la medida en que el convoy de Beltrán Leyva iba sumando camionetas de protección, también el equipo de seguridad iba pidiendo refuerzos que se integraron al combate.

Un funcionario federal describió que el método utilizado para la protección del capo fue el de “escudo”, pues al ser descubiertos los vehículos de la Policía Federal, la última camioneta del convoy desaceleró su paso para enfrentar a tiros a los federales mientras las demás continuaban su camino a toda velocidad. Una vez que los federales inutilizaban esa primera barrera, la siguiente camioneta en el convoy repetía la operación. Cuando finalmente la célula de protección de Beltrán Leyva se percató de que la capacidad de fuego federal era superior, añadió la fuente, decidieron parar todos los vehículos, cruzarlos en la carretera y presentar una resistencia de fuego a la policía.

El vehículo que llevaba a Beltrán Leyva no se detuvo.

La huida se cubrió, señalan los reportes, al menos por tres bloques de pistoleros equipados con rifles de asalto, lanzagranadas, granadas de fragmentación chalecos antibalas y radios con frecuencia policial.

En la retaguardia, que enfrentó a los policías federales, se encontraban Marco Antonio Vargas Tovar, Mario Ortega Zúñiga y Arturo Huízar Montes, tres de nueve sicarios detenidos y los primeros que aceptaron haber pertenecido al 43 batallón de infantería, cuya base está en Tepic, Nayarit, en las instalaciones de la 13 zona militar.

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