La DEA a través de su oficina en Tijuana apoyó en su captura, según afirman
Considerado un hombre tranquilo, respetado y honrado hasta por los propios hermanos Arellano Félix y con una incipiente incursión en la vida económica, social y deportiva de Tijuana, la detención de Jesús Labra Avilés, estremeció al mundo del narcotráfico en la región y significó para Estados Unidos “el principio del fin” del entonces poderoso y temido grupo delictivo.
Y aunque parece estar todavía lejos el momento en que se proclame la extinción real del llamado Cártel de los hermanos Arellano Félix, para el gobierno del vecino país, la detención de Labra, fue un triunfo y un signo evidente de que estarían desmembrando a ese grupo criminal.
Jesús Labra, aparentemente no estaba de acuerdo con la violencia. Le interesaba solamente el “negocio” del trasiego de la droga. Los mismos Arellano Félix se sometían a sus decisiones y las personas a su alrededor lo trataban con mucho respeto, se dirigían a él como “Don Chuy” y lo protegían al grado de que buscaban que no se le relacionara públicamente con delitos ni mucho menos con hechos criminales, según lo que ha surgido de investigaciones.
Inicia su “mala suerte”
Después de años de completa tranquilidad, de invertir en Tijuana, de comprar negocios como hoteles y restaurantes; enormes y valiosos predios en la zona del Río Tijuana y de involucrarse con actividades deportivas, apoyando inclusive a valores locales y eventos de esta naturaleza, Chuy Labra empezó a ver “decaer su estrella”.
Un día cualquiera, elementos federales llegaron a un rancho llamado “Las Bardas” en la zona Este de Tecate, cuya propiedad se le acreditó, aunque también se dijo que era de los hermanos Arellano Félix.
Ahí se encontraron grandes lujos y animales exóticos que las autoridades federales confiscaron, sin embargo lo que más alarmó a sus cercanos, fue que por primera vez se manejara en versiones periodísticas el nombre de “Don Chuy”, lo cual se les tenía totalmente prohibido a sus cercanos, que eso sucediera.
Sin embargo las cosas no variaron mucho, hasta que ¡estalló la bomba!
El 11 de marzo del año 2000, un fin de semana que parecía tranquilo en Tijuana; un sábado caluroso, se filtró la información entre los reporteros: “el ejército acaba de hacer una importante detención en la Preparatoria Federal “Lázaro Cárdenas”.
A la llegada de los primeros reporteros al sitio, la información fluyó de inmediato entre padres de familia, maestros y alumnos: Se llevaron al señor Labra; fue un operativo sorpresivo, sorprendente y relampagueante del Ejército.
Unos se quejaron por los “malos modales” de los soldados; otros por el peligro que representó el que se hubiera hecho en una escuela, no obstante que no fue disparado ni un solo tiro y unos más abonaron por el detenido: “es un hombre tranquilo, siempre apoya a los deportistas y vino a ver jugar fútbol americano a un sobrino”.
La imagen que quedó grabada entre gran cantidad de personas e inmortalizada por la cámara de un asistente (que proporcionó la foto a sólo tres reporteros) presentaba a un Jesús Labra, hincado en medio del campo de fútbol, con las manos en alto en señal de rendición. En otra de las fotos se le veía tirado bocabajo en el mismo lugar.
El fotógrafo, que en ese momento actuó con rapidez, olvidó cambiar el rollo, encimó la imagen sobre otras que ya tenía, sin embargo la escena quedó clara y le dio la vuelta al mundo. Luego los militares trataron de quitarle el material, como lo hicieron con otros que tomaron también gráficas, sin embargo, hábilmente entregó otros rollos y escondió el “bueno”.
Tras lo ocurrido, el mundo criminal literalmente “enloqueció” y se buscaba por todos los medios lograr la recuperación del “padrino”, principalmente mediante recursos legales, ya que seguían negando que tuviese el detenido algún nexo con el narcotráfico.
Todo fue inútil porque Labra fue conducido al cuartel militar y luego al Aeropuerto castrense del fraccionamiento 70-76, donde fue observado un desencajado, alarmado y descontrolado abogado, de su equipo legal, quien exhibía un amparo, que los militares no le atendieron.
Ante los resultados infructuosos, ese abogado, Gustavo Gálvez Reyes, de 32 años de edad, viajó hasta la capital de la república, encabezando al grupo de profesionales del derecho que le defendería, sin embargo el día 15 de marzo de ese mismo año, cuatro días después de la aprehensión, se le encontró asesinado, salvajemente golpeado, atado de pies y manos y con una bolsa de plástico sobre la cabeza, en un sector del sur de la Ciudad de México, según confirmaron en su momento las autoridades.
Se le reconoció por la fina ropa de marca que vestía, tras varias horas de angustia de sus familiares en Tijuana, que notaron casi desde el principio, su desaparición, tras haber visitado el lugar donde tenían a Labra, para tratar de auxiliarlo.
Pero no fue la única muerte que se dio alrededor de esta detención: el 12 de abril, fueron descubiertos los cadáveres de dos agentes del Ministerio Público Federal y de un comandante, que llegaron a Tijuana para realizar tareas de inteligencia en torno al cártel y a Jesús Labra.
Los investigadores ejecutados fueron: el director general del Ministerio Público Federal Especializado en Delitos contra la Salud, José Patiño Moreno; el agente del Ministerio Público Federal, Óscar Pompa Plaza, asistente en investigaciones antidrogas, y el capitán Rafael Torres Bernal, primer subcomandante de la Policía Judicial Federal en Baja California.
Ellos fueron encontrados al fondo de un barranco, en La Rumorosa, donde fue desbarrancado su vehículo. Primero se dijo que su muerte se debió a un accidente porque viajaban a exceso de velocidad, sin embargo se descubrió que la última vez que cruzaron a Tijuana, desde San Diego, donde vivían por razones de seguridad, eran escoltados por vehículos de la misma policía judicial y luego se les encontró en ese sitio, sin que hubiese programado un viaje para Mexicali.
Los cuerpos estaban severamente golpeados y se descubrió que les pasaron vehículos pesados sobre la espalda. Se culpó a propios agentes federales de su asesinato.
Sobre la detención de Labra, la Drug Enforcement Administración (DEA) mantiene en su Portal, una información donde establece que Labra Avilés ha sido largamente considerado como el financiero principal de la organización y que fue arrestado en México en marzo del año 2000 “por elementos militares mexicanos con el apoyo de la oficina de la DEA en Tijuana, lo cual permitió asegurar que él no fuera liberado”.
Agrega ese comunicado que ese arresto fue seguido por otro que correspondió al mayor lugarteniente de los Arellano Félix, Ismael Higuera Guerrero, lo cual ocurrió dos meses después de la captura de Labra. “El también fue arrestado por militares mexicanos en coordinación con la oficina de la DEA en Tijuana.
Tras éstas y otras detenciones, en algún momento la DEA salió proclamando “el fin de la era de los hermanos Arellano Félix”
¿Será?
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