El sicario que dejó ir la policía






No hay rastros de él, pero sus confesiones y fotografías quedaron grabadas. Él confesó ante militares ser parte del ejército de sicarios de La Familia michoacana y estar en uno de los campos de adiestramiento del grupo criminal en Tancítaro, momentos antes de ser entregado a la Procuraduría General de Justicia de Michoacán e inexplicablemente desaparecer, sin que quedara registro de su captura.

Ricardo Montelongo Soriano tenía una semana de haberse unido a las filas de sicarios de La Familia. Abandonó su empleo por una mejor oferta: ganar 8 mil pesos semanales. Eso le dijeron para reclutarlo y comenzar a entrenarlo en el manejo de armas, el secuestro de personas y métodos para asesinar.

Hace 11 días Ricardo fue aprehendido luego de una persecución por parte de militares y policías municipales en el poblado de Las Tinajas, del municipio de Tancítaro. En medio de un enfrentamiento, este hombre de 20 años de edad fue abandonado por sus cómplices y los soldados lo arrestaron en posesión de un fusil R-15, a casi 100 metros de una casa donde intentó refugiarse y en la que había un menor secuestrado.

Ante militares y municipales Ricardo habló. Confesó, de acuerdo con información recabada por el Ejército, que La Familia tenía en esa zona un campo de adiestramiento de sicarios en el cual él era entrenado.

Fue fotografiado, pero ese fue el último testimonio sobre su presencia en ese sitio. A pesar de su confesión y de ser detenido en posesión de un arma de alto poder, desapareció después de ser entregado al Ministerio Público. No hay expediente que hable de él y mucho menos hay un reporte oficial de lo sucedido ni en la Subprocuraduría de Uruapan ni las oficinas centrales de la Procuraduría estatal, pero el caso de Montelongo Soriano es parte de un reporte militar que lo ubica como detenido en el municipio de Tancítaro.

El misterio sobre este caso es tal que la Procuraduría del estado informó oficialmente, a través de su oficina de prensa, que “no hay datos de la puesta a disposición de este sujeto”. Pareciera como si nunca hubiera existido Ricardo, el aprendiz de sicario. Como si nunca se le detuvo y como si todo el operativo de su captura fuera una mentira.

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