El narcotráfico está infiltrado en los medios mexicanos


Ni siquiera las redacciones periodísticas están a salvo en México de la infiltración de los carteles de la droga, que cuentan con reporteros en nómina para controlar lo que se publica y los movimientos de algunos medios.

"Se vive una amenaza permanente, como si un tipo te estuviera apuntando todo el tiempo con un AK-47", explicó Javier Valdez, del semanario de investigación Rio Doce, publicado en un territorio donde el periodista ha de andar con pies de plomo: Sinaloa, cuna de los barones del narcotráfico.

Acompañado por otros colegas acostumbrados a tratar el mismo tema que ha costado la vida a 65 reporteros en una década -la mayoría asesinatos impunes por la parálisis de las instituciones-, compartió historias en el Encuentro Internacional de Periodistas celebrado hoy en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL).

Incluso firmando una nota como "Redacción", es posible que algún compañero pueda dar aviso a los delincuentes de quién fue el autor de la información que no querían que se diera a conocer, agregó Valdez.

La guerra entre los carteles no se libra sólo con "cuernos de chivo" (rifles de asalto), sino que en las zonas que controlan con mayor descaro recurren a la prensa para silenciar noticias que les son adversas o dar a conocer sus victorias sobre el contrario.

Algunas veces, los reporteros han de escuchar las amenazas del narcotráfico delante de la Policía -comprada-, que no interviene sino para calmar las aguas e interceder de forma condescendiente para que al muchacho se le deje publicar algo.

"Sólo publicamos un diez por ciento de la información, es mucha la que se queda en los archivos", reconoció Valdez, ya que no es cabal dar a conocer todo lo que uno sabe cuando el capo al que afecta recorre la ciudad con un convoy de cuarenta hombres armados. "Esperamos a que lo maten o lo detengan", dijo.

Escribir esa pequeña "parcela" es, sin embargo, una mejor alternativa que "hacerse el héroe" y recibir la mortal visita de los sicarios. Aun cuando es poca, esa información que sale a la luz debe ser "fuerte, contundente, bien manejada".

Saltar voluntariamente en la red del narcotráfico, como hacen algunos periodistas -aunque a muchos no les quede más remedio para evitar males mayores- puede convertirse en una espada apuntando al cuello, explicó el periodista sinaloense.

"Si el narco te busca y publicas de acuerdo con sus instrucciones, puedes aparecer públicamente como vocero del cartel, y entonces los del otro bando pueden ir a buscarte", dijo.

En algunos territorios, como Sinaloa, "todos los caminos llevan al narco", agregó. Uno va a hacer un reportaje de jornaleros, y ahí está la "lana" (dinero) del narco; investiga asesinatos de indigentes y se topa con una banda de "narcojuniors" (hijos de capos y lugartenientes), relató Valdez.

Otro de los ponentes, el periodista y escritor Diego Osorno -autor de "El cartel de Sinaloa", en torno al más poderoso imperio mexicano de la droga-, señaló que, para informar bien sobre temas de narcotráfico, no basta con escuchar la voz de policías, políticos y fiscales.

"La fuente oficial hay que tenerla, pero no debe ser la única que nos dice lo que está pasando, hay que ver el narco con otras miradas", apuntó. Entre esas otras miradas está la de la sociedad civil y también, a pesar de que sean criminales, la de los propios narcotraficantes, "pero sin cederles el control".

"La guerra que tenemos es contar el narco más allá de buenos y malos", explicó. Cabe señalar que, en los últimos años, han sido detenidos o imputados un amplio número de policías y funcionarios públicos por colaborar con los criminales. Entre ellos, el ex zar antidrogas del país, Noé Ramírez Mandujano.

El escritor Alejandro Almazán, autor de "Entre perros" y uno de los exponentes de la llamada narcoliteratura, terció también con la visión que da del asunto la literatura: "tratamos de hacer, en cada historia, que el lector entienda que no sólo se trata de casquillos en el suelo, ni de las líneas blancas que rodean los cuerpos...".

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