Ex policía de Tijuana denuncia torturas


Desde su celda en el reclusorio de Tepic Nayarit, Blanca Berenice Huizar Munguía alega su inocencia y acusa al Secretario de Seguridad Pública de Tijuana, Julián Leyzaola Pérez, de haberla entregado y de haber pretendido que aceptara una relación con el crimen organizado, revelando dónde había “casas de seguridad” o lugares utilizados por los narcotraficantes.

De igual forma “de puño y letra” asegura que en el Cuartel Militar, fue “manoseada” mientras la tenían vendada, además de que la torturaron psicológicamente.

También asegura que vio a muchos de sus compañeros, tirados en el suelo, varios de ellos, si, severamente golpeados.

En una carta de seis hojas, en papel rayado, pero no fechada aunque se presume hecha el año anterior, refiere cómo vivió los hechos que concluyeron en su detención -tras 42 días privada de su libertad- para luego ser declarada públicamente como un elemento de la policía que servía al crimen organizado y como parte de la depuración proclamada por las autoridades.

Huízar Munguía recuerda que el 25 de marzo del año pasado, alrededor de las 2:30 de la tarde, se presentó en la delegación de Mesa de Otay (a la cual estaba adscrita), el Teniente Coronel Julián Leyzaola para hablar con ella, para lo cual le ordenó dirigirse a la oficina del delegado.

En presencia del mismo (Gerardo Garduño) le dijo que debía acompañarlo al Cuartel Militar del 28 Batallón de Infantería, ya que tenía una orden de presentación con la SIEDO “y que no le hiciera las cosas más difíciles y lo acompañara”.

Agrega que sin presentarle ninguna orden, la tomó del brazo y la subió a su camioneta blanca, al lado de su jefe de escoltas Miguel Gómez, para trasladarla al cuartel, donde la entregó con un soldado que la llevó a un cuarto donde solamente había una silla, donde fue sentada.

El militar “me dijo que no volteara para atrás, luego me dio dos algodones y me dijo que me los pusiera en los ojos, que era para mi seguridad; luego me empezó a poner una cinta canela en los ojos, enredándola en mi cabeza. Ahí me dejó como cinco minutos, luego llegaron cuatro personas, una de ellas me dijo que me parara que me iba a hacer una revisión, tocándome las nalgas y mis pechos, así como mis piernas.

Yo le decía que por favor no me estuviera tocando así, que qué era lo que estaba pasando, él me decía ¡cállate el hocico! Hija de tu pu…madre. Las preguntas las hago yo. Luego me sentó y me dijo: dime para quién trabajas pende… si no aquí te va a cargar la ver… al cabo nadie sabe que estás aquí.

Yo le decía que no sabía de qué me estaba hablando, que yo sólo me dedicaba a mi trabajo como policía y él me decía: no te hagas pend… quiero que me des nombres de policías, si no te voy a ahogar con una bolsa de plástico en la cara y te voy a poner los toques”.

Ella asegura que estaba llorando y temblando a la vez que suplicaba que no le hiciera nada, que no sabía nada y que se dedicaba a su trabajo, además de que era cristiana.

“A mi no me importan tus pinches historias -afirma que le respondió- ahorita vas a ver hija de tu pu… madre; no quieres cooperar”. Como toda respuesta asegura que se puso a orar en voz alta para no escucharlo, en tanto que esa persona le gritaba: “¡Cállate pend…! Sin embargo ella seguía con sus rezos.

Después de esto, la persona que la acusaba le dijo: “mira Blanca, te vamos a creer, te voy a quitar la venda de los ojos, pero fíjate bien, ¡pobre de ti que digas a alguien que nos viste la cara”. Le quitaron la venda y le informaron que sería llevada a otro cuarto donde estaba el Ministerio Público.

La subieron a una de las unidades Hummer del Ejército, junto con el que la interrogaba y tres personas más y al llegar se encontró en un cuarto donde había más personas y un hombre al frente de una computadora.

Entre las preguntas que le hicieron la cuestionaron sobre si conocía a Alonso Ureña (también detenido) de dónde y cuándo, contestando que si lo conocía porque había sido su comandante en la Academia. También quisieron saber si tenía alguna relación con él y al responder de manera negativa le cuestionaron sobre cuánto tiempo tenía de no verlo y ella dijo que la última vez fue en 2008 cuando lo nombraron Jefe de Patrullas de la zona Centro, ya que quería que le ayudara a cambiarse de adscripción para estar más cerca de su casa.

También le preguntaron si conocía a un elemento que sólo identifica por sus apellidos: Osorio Carrillo, del que contestó afirmativamente, señalando que fue su compañero en la Academia de Policía.

Tras el interrogatorio la pasaron con otro señor que fue identificado como el doctor de la PGR “el cual me desnudó y me revisó, luego me volvieron a subir al Hummer y me llevaron a otro cuarto donde al entrar me pude percatar que se encontraban muchos de mis compañeros acostados en el piso, uniformados y enteipados de los ojos.

Asimismo me acostaron en el piso, cerca del baño, donde también se encontraba una mujer con ropa de civil, la cual se llama Francisca López Morales. Ahí permanecí cinco días incomunicada, sin poder hablar con alguien, luego siguieron trayendo más policías los cuales permanecieron todos acostados en el piso, sin poder movernos, sólo para ir al baño”.

Aseguró que no aguataban el dolor de espalda y que podía ver “cómo mis compañeros se quejaban de que les dolían las costillas, por los golpes que les habían dado”.
La ex policía aseguró que durante todo este tiempo, continuaban llegando “encapuchados” con más de sus compañeros y los metían ahí mismo, al baño y todos estaban vendados, menos ella, por lo que pudo ver “cuando los metían al baño y les ponían una bolsa de plástico en la cara y les decían ¡quiero más nombres de policías, hijo de tu pu… madre. Luego los desmayaban y un soldado de sanidad era el que los volvía en sí.

Agregó que al día siguiente de su detención, el 26 de marzo, los cuatro hombres de civil que le vendaron los ojos, fueron por ella al cuarto donde estaba con los demás policías, la sacaron de ahí y la llevaron con el Coronel (no precisa si se trata en este caso de Leyzaola) en su oficina ahí mismo.

“Luego el Sr. Coronel me dijo: muy bien Blanca, estás limpia, quiero que trabajes con nosotros; que nos informes todo lo que pasa en la calle y te vamos a dejar ir”.
Después de esto, los mismos hombres la subieron en un carro particular, tipo camioneta y le pusieron una chamarra de ellos “para que no se vieran las insignias de mi uniforme”. Le dijeron que irían a la calle y querían que les señalara casas donde vendieran drogas.

Asegura que insistió no saber nada pero aún así enfilaron hacia la Zona del Río y luego hacia el aeropuerto, donde narra que se dio un incidente con otra corporación, ya que en la calle 16 y Blvd. Cuauhtémoc, por el mercado Soriana, les hizo el alto una patrulla de la Policía Federal División Caminos.

Uno de los oficiales le pidió al conductor que presentara su licencia, ya que el vehículo en el que se transportaban traía placas sobre-puestas, pero el que conducía dijo que no tenía. Se identificaron ante el agente federal como elementos de la SIEDO (Subprocuraduría de Investigación Especializada de Delincuencia Organizada).
El policía federal les preguntó quien era la mujer que los acompañaba y respondieron que era una amiga “pero como no tenían con que identificarse y se dieron cuenta que yo tenía un uniforme de policía, nos llevaron detenidos a las oficinas de la Federal, que se encuentran en la colonia 70-76”.

Ahí asegura que permanecieron como una hora, en que les tomaron sus nombres y demás datos y después los dejaron ir: “de ahí me regresaron al Cuartel Militar con los demás policías.

Blanca Huizar, afirma que puede reconocer plenamente a los cuatro agentes de la SIEDO que participaron en su tortura y que eran quienes de igual forma torturaron a sus compañeros.

Hasta el 7 de mayo del año pasado, refiere que se presentó al lugar un Ministerio Público para informarle que tenía orden de aprehensión en su contra, por lo que a las cinco de la tarde de esa fecha, fueron trasladados por militares y AFIS, al aeropuerto local.

En el avión permanecieron atados y esposados, además de agachados, sin poder mover la cabeza. A ella la sentaron hasta enfrente de la nave y junto a ella el Ministerio Público, quien le dijo que tenía el medicamento que le habían prescrito (tafil) ya que se puso mal de los nervios.

Al llegar el avión a su destino, permanecieron “diez o doce horas, sin aire y sin poder movernos ni levantar la cabeza de ahí fui traída al CERESO “Venustiano Carranza” de la ciudad de Tepic Nayarit.

En aquel entonces los policías trasladados fueron:

Salvador Bolaños Sánchez.
Samuel Alonso Ureña Baro.
Jaime Berumen Borrallo.
Víctor Manuel González Méndez.
Luis Alberto Toledo Coello.
Maximino García Luna.
Blanca Berenice Huizar Munguía.
Rodolfo Ismael Nava.
Jorge Ernesto Pérez Avendaño.
José Roberto Castillo Ortiz.
Manuel Adelmo Olivos Coss.
Manuel Guerrero Flores.
René Cristian Huante Mondragón.
Raúl Delgado Rivera.
Gerardo Garduño Escobar.
Carlos Cervantes Álvarez.
José Carlos Ávalos Ruiz.
Jorge Sánchez Reyes.
Miguel Ángel Mesina López.
Artemio Duarte Martínez.
Rolando Saldaña Chacón.
Alfredo Cuevas Higuera.
Roberto Zaragoza Martínez.
El único civil detenido y arraigado es
Jesús Raymundo Sotelo González “El Moreno”.

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